Traigo el alma indigesta
por todas las horas de soledad,
devoradas en los más dolorosos silencios,
palpando el aire.
por todas las horas de soledad,
devoradas en los más dolorosos silencios,
palpando el aire.
Formando imágenes
con el recuerdo, las ideas y los deseos
pariendo versos amargos,
frutos del árbol de todas las dudas.
Cargando el rostro demacrado tras las ojeras
más negras por todos los desvelos,
en noches acabadas a patadas.
Cansado de roer los años sin saber el porque,
de todos los caminos transitados sin palabras
abiertos en el desierto de las mas hirientes ausencias
donde se ahogan todos los gritos.
Tropezando con los anhelos inconquistables
cuatro paredes, el recuerdo
y las ilusiones colgadas del techo,
en mi mundo de la soledad…
El único al que tengo derecho
le celda del castigo, la mas recóndita,
la más aislada.
A donde nadie tiene acceso a
la fábrica de los sueños que nadie compró,
que es prisión y es escape,
que es castigo y es consuelo.
la fábrica de los sueños que nadie compró,
que es prisión y es escape,
que es castigo y es consuelo.
La soledad mía tan temida y tan amada,
la del silencio roto por ecos, sollozos y suspiros
entre cuatro paredes…
Pesadillas y sueños,
las lágrimas y sonrisas que nadie vio ni escuchó,
la bodega insaciable de todas las tristezas.
las lágrimas y sonrisas que nadie vio ni escuchó,
la bodega insaciable de todas las tristezas.
El viejo museo de mi historia
cerrado al publico,
tapizado con la piel del alma
donde se exhiben todas las cicatrices,
de heridas cauterizadas con el fuego del desprecio
junto a las que nunca sanaron
con un corazón donde se clavan las espinas
de todas las rosas amadas.
En el centro del piso alfombrado con sus pétalos marchitos
traigo el alma indigesta…
a punto de vomitar depresiones,
por devorar tanto silencio diluido en ausencias
entre las cuatro paredes de mi mundo vacío,
mi mundo aparte,
el mundo del apartado.
Soledad de soledades,
todo es soledad aquí dentro…
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