Ya
era casi primavera y el sol brillaba en el impoluto cielo, donde no se
vislumbraba ni una sola nube. Y como siempre en todas partes del mundo, en esa
maravillosa tarde, grandes grupos de chicas y chicos iniciaban un día más en
sus clases.
-Hace
ya cinco años desde que vine a esta ciudad, cinco años que la conocí y me hice
muy amigo de ella.-
Uno
de los chicos de una de las clases, estaba absorto y pensativo, mirando hacia
una de sus compañeras con una sonrisa bobalicona mientras esta conversaba en la
otra punta de la clase con unas amigas.
-Que guapa es y no solo eso; su
personalidad es genial, tan cariñosa con sus amigos, amigas y también tan
agradable y simpática con todo el mundo, ese cabello negro y esa carita blanca,
que bonita es…-
De
repente una voz de chico interrumpió los pensamientos del primero.
-¡Otra
vez! Siempre estás igual tío, mirándola como un inútil.-
Era
su compañero de mesa y un amigo que llevaba con él desde que llegó a la ciudad.
-Pero…
¿De qué me hablas? Yo… No miraba a nadie, simplemente estaba empanado pensando
en mis cosas.-
Su
amigo entonces torció el rostro y mirando al suelo le pregunto. -¿Tus cosas? ¿Qué
cosas?-
El
joven con un gesto malhumorado y queriendo dejar el tema respondió tajante. –Pues
tío, mis cosas y punto… No necesitas saberlas.-
El
otro chico viendo la reacción de su amigo, le respondió en voz baja. –Vamos… Tú
y yo sabemos de que “cosas” hablas, no necesito que me lo digas para saberlo.-
Una
vez terminó la frase, señaló con uno de sus dedos a la chica que miraba antes
el chico, y que aún estaba conversando y riendo con sus amigas.
-Si
tanto te gusta, ¿por qué no le comentas algo?-
Añadió
el amigo mientras dejaba de apuntar a la joven. –Que… que… que va.- Respondió
el joven visiblemente nervioso, para añadir otra cosa de forma más relajada. –Es
imposible que salga conmigo, además seguro que ya tiene pareja. Paso de
complicarme la amistad que ya tengo con ella, por solo insinuarle que me gusta…
Y… ni siquiera sé si realmente me gusta o no, así que es una tontería.-
El
amigo resopló y tocándose el pecho sentenció. –Puedes decir lo que quieras,
puedes intentar engañarme, o engañarte a ti mismo. Pero lo que está aquí dentro…
tú y yo sabemos que te dicta otra cosa.-
El
profesor llegó e interrumpió la conversación entre los dos amigos, comenzó a
explicar sus tediosas teorías sobre la materia que ofrecía. Pero el chico no
estaba para nada atengo ese día, las últimas frases dichas por su amigo lo habían
dejado todavía más pensativo que al principio de la clase.
Pasaron
los días y al fin alcanzó la primavera y desterró el invierno. La época de las
flores había llegado, y así fue como el joven, un día saliendo de clase se
encontró a la chica sentada en uno de los bancos del exterior del recinto.-
-¡Hola!
¿Qué haces aquí aún?-
La
joven se alegró mucho de ver a su amigo y le contestó. –Pues nada rey, estaba
esperando a que venga a recogerme mi novio, pero parece que hoy llega tarde por
algún motivo.-
¡Aaah!
Pues si quieres me quedo aquí haciéndote compañía hasta que él llegue.-
-¡Claro!
Sería genial para mi que me acompañaras, así puedo contarte muchas cosas que
llevo tiempo queriéndote decir.- Dice la joven.
El
muchacho se sentó entonces en el banco al lado de la chica, y empezaron a
hablar de muchos temas cada cual totalmente distintos al anterior.
-¡Jajajaja!
Y entonces le dije cuidado con la manguera que está enchufada, pero como no me
escuchó se empapó entera, pobrecita.-
La
chica terminó una de las múltiples anécdotas que le estaba contando al chico.
-Sí,
¡jajajaja! Pobre tu amiga, tuvo que coger un resfriado increíble. Uff como pasa
el tiempo contigo, ha pasado volando.-
La
joven llevaba esperando ya más de dos horas en ese banco y su novio aún no había
regresado.
-¿Cómo
es que no llega tu pareja? ¿Le habrá pasado algo?- Le comentó el chico
preocupado.
-Seguro
que ha tenido más trabajo del normal, pero ya estará a punto de llegar, además
así hemos podido reír y hablar todo este rato.-
La
chica se quedó en silencio cambiando su mirada a una nostálgica, para acto
seguido al ver que el chico la miraba, fingir una sonrisa.
-Vale,
me quedaré contigo hasta que llegue entonces, pero espera un segundo ahora
vuelvo.-
El
muchacho se levantó del banco y se dirigió a un vendedor de flores ambulante
que andaba por el parque ofreciendo sus flores desde hacía un rato.
-Por
favor, querría una rosa. Gracias.-
El
chico pagó la rosa y volvió con la chica que aún estaba allí sentada. –Toma,
para ti.-
La
joven no se podía creer lo que veían sus ojos, era solo una flor. Pero el
detalle de su amigo era uno de los más bonitos que había recibido en mucho
tiempo.
-Gracias,
no tenías porque hacerlo. ¡Me encanta!-
-Te
la mereces y no sufras, seguro que tu novio está bien. Antes vi que pusiste una
mirada triste, así que pensé que realmente si estabas preocupada y busqué una
forma de animarte un poco.-
La
chica entonces sonrió de nuevo y dándole un abrazo al chico le dijo agradecida.
–Eres un gran amigo, gracias por todo lo que has hecho por mi hoy y durante
estos cinco años que te conozco… Pero no estaba preocupada por mi pareja porque
le pasara algo, sino por otra cosa…-
Antes
de que pudiera concluir la frase, una voz masculina la interrumpió. –Ya he
llegado cariño, estaba acabando de atender a una clienta en la tienda, y se ha
entretenido mucho, lo siento.-
Era
la pareja de la chica que por fin había llegado, se mostraba visiblemente
acalorado y un poco despeinado.
-¿Cómo
es que vienes así? ¿Qué te ha pasado?- Le preguntó la chica.
-Es
que como vi que llegaba tarde me puse a correr lo más rápido posible, porque
sabía que hacia mucho que me esperabas aquí sola. Pero ya veo que te han hecho
compañía… ¿Quién es ese?-
Le
preguntó su pareja con mala cara y de forma despectiva, a lo cual ella le
respondió. –Es un amigo mío que me ha estado haciendo compañía hasta que tú
llegaste… - Mirando a su amigo dice. -¡Muchas gracias! Ya hablaremos otro día,
¿eh?-
El
chico que aún estaba sentado en el banco le respondió calurosamente. -¡Claro! Cuídate,
ya nos veremos mañana en clase.-
El
novio irritado dice. –Sí, sí, venga adiós, vamos nena…-
La
chica y su pareja empezaron a andar sin apenas hablarse, el uno al lado del
otro. Mientras el joven la veía como se alejaba desde el banco de delante de la
escuela. Una vez ya dejó de verlos se levantó como un resorte del asiento y
gritó. -¡Síííííí! Ha sido una tarde genial y la flor le gustó mucho. Me alegra
tanto que me considere tan buen amigo, no me lo puedo creer.-
Una
vez dicho eso, comenzó a andar en dirección a su casa muy alegre. Pero de
repente en una calle próxima escuchó como dos personas discutían
acaloradamente.
-Esas
voces… ¡Me suenan!-
El
joven salió corriendo en dirección a donde se producía la discusión, y una vez
giró la esquina vio un poco mas allá de su posición a su amiga y a su pareja. Que
ahora sujetaba la rosa con fuerza que el chico le había regalado, discutiendo.
-¡Un
amigo dices! Pues bien que te vi abrazada a él, muy amiguito tuyo debe ser ese
subnormal.-
Le
gritaba el novio a la chica, que no esperó dos segundos en responder. –Claro que
sí, al menos me acompañó todo el rato que te estuve esperando. Y al pensar que
estaba preocupada por si te había pasado algo a ti, intentó darme ánimos… ¡Y tú
lo insultas!-
El
joven agitó la rosa con fuerza mientras le contestaba. –Estaba trabajando, ¿no
puedes comprender eso?-
La
chica cansada ya de fingir le replicó. -¿A sí? ¿Trabajando? Y eso de tu cuello…
¿También es de trabajar o de correr? ¡Dime!-
La
joven había descubierto una mancha de carmín de labios en el cuello de su
pareja.
-Esto
no es nada… me… mmm… Habré manchado con algo mientras… mmm… hacia el
mantenimiento de la tienda. Ya estoy harto de tus acusaciones.-
El
novio más nervioso al ver que su pareja lo habían descubierto, arrojó al suelo
y pisoteó la flor que el chico le había regalado antes.
-¿Pero
qué haces?- Pregunta la chica enfadada.
Se
agacho ella para recoger lo poco que quedaba de la flor pisoteada, mientras por
sus ojos empezaban a asomar las primeras lágrimas. -¡No quiero verte nunca más!
¿Te enteras? ¡Nunca más!-
La
chica salió corriendo cegada por sus lágrimas mientras su pareja le dedicaba
otro desprecio. –Ya volverás. ¡Que yo como tú puedo tener las que quieras!-
El
joven que había presenciado toda la escena, también vio como la chica se disponía
a cruzar la calle sin mirar. Y un coche se acercaba a ella a gran velocidad.
-¡El
coche! ¡Cuidado!-
Gritó
y gritó, el chico mientras salía corriendo en dirección a la joven, que no se
había dado cuenta de nada. Y cuando esta levantó la cabeza, vio como el coche
se le echaba encima, pero segundos antes de que la atropellara, notó como un
leve empujón la sacaba del alcance del vehículo. Lo siguiente que escuchó fue
un fuerte estruendo mientras caía al suelo.
-¿Qué?
¿Quién? ¿Qué me ha apartado?-
El
joven, que había llegado justo a tiempo para salvar a la chica, yacía unos
metros mas allá tras recibir el impacto del coche. Había ido a caer justo
debajo de un reloj que marcaba las siete de la tarde, cuarenta y siete minutos
y veinte segundos.
-No,
no, no…-
Cuando
la chica se dio cuenta de lo que había sucedido, rápidamente se levantó y fue a
socorrer a su amigo que aún estaba consciente.
-Estás…
Bien… Me alegra… Tanto.- Respondió el joven con un hilo de voz, mientras en el
suelo se hacía cada vez más grande una mancha de sangre a su espalda.
-No
hables, te pondrás bien. Ya verás, ahora vendrá la ambulancia y te curarán… Sí,
te curarán… Te curarán…-
La
chica estaba arrodillada delante del moribundo joven, que con las pocas fuerzas
que le quedaban cogió una de sus manos. –No pasa nada… Tú estás bien, eso es…
lo que importa…-
Tras
escuchar eso la chica no pudo evitar empezar a llorar de nuevo. Pero el joven
alzó su otra mano y con uno de sus dedos, secó una de las lágrimas que ya
recorría una de las mejillas de la joven.
-No
llores… por mí… Pues yo estoy feliz, porque… al final he podido hacer… lo que
me ha dictado el corazón…-
Una
vez dichas estas últimas palabras, el chico esbozó una sonrisa de enorme
felicidad en su rostro y cerró los ojos…
El
reloj marcaba ahora las siete de la tarde, cuarenta y siete minutos y cuarenta
segundos.
-Los
veinte segundos, más felices de mi vida…-