Los veinte segundos, más felices de mi vida…


            Ya era casi primavera y el sol brillaba en el impoluto cielo, donde no se vislumbraba ni una sola nube. Y como siempre en todas partes del mundo, en esa maravillosa tarde, grandes grupos de chicas y chicos iniciaban un día más en sus clases.

            -Hace ya cinco años desde que vine a esta ciudad, cinco años que la conocí y me hice muy amigo de ella.-

            Uno de los chicos de una de las clases, estaba absorto y pensativo, mirando hacia una de sus compañeras con una sonrisa bobalicona mientras esta conversaba en la otra punta de la clase con unas amigas.

-Que guapa es y no solo eso; su personalidad es genial, tan cariñosa con sus amigos, amigas y también tan agradable y simpática con todo el mundo, ese cabello negro y esa carita blanca, que bonita es…-

            De repente una voz de chico interrumpió los pensamientos del primero.

            -¡Otra vez! Siempre estás igual tío, mirándola como un inútil.-

            Era su compañero de mesa y un amigo que llevaba con él desde que llegó a la ciudad.

            -Pero… ¿De qué me hablas? Yo… No miraba a nadie, simplemente estaba empanado pensando en mis cosas.-

            Su amigo entonces torció el rostro y mirando al suelo le pregunto. -¿Tus cosas? ¿Qué cosas?-

            El joven con un gesto malhumorado y queriendo dejar el tema respondió tajante. –Pues tío, mis cosas y punto… No necesitas saberlas.-

            El otro chico viendo la reacción de su amigo, le respondió en voz baja. –Vamos… Tú y yo sabemos de que “cosas” hablas, no necesito que me lo digas para saberlo.-

            Una vez terminó la frase, señaló con uno de sus dedos a la chica que miraba antes el chico, y que aún estaba conversando y riendo con sus amigas.

            -Si tanto te gusta, ¿por qué no le comentas algo?-

            Añadió el amigo mientras dejaba de apuntar a la joven. –Que… que… que va.- Respondió el joven visiblemente nervioso, para añadir otra cosa de forma más relajada. –Es imposible que salga conmigo, además seguro que ya tiene pareja. Paso de complicarme la amistad que ya tengo con ella, por solo insinuarle que me gusta… Y… ni siquiera sé si realmente me gusta o no, así que es una tontería.-

            El amigo resopló y tocándose el pecho sentenció. –Puedes decir lo que quieras, puedes intentar engañarme, o engañarte a ti mismo. Pero lo que está aquí dentro… tú y yo sabemos que te dicta otra cosa.-

            El profesor llegó e interrumpió la conversación entre los dos amigos, comenzó a explicar sus tediosas teorías sobre la materia que ofrecía. Pero el chico no estaba para nada atengo ese día, las últimas frases dichas por su amigo lo habían dejado todavía más pensativo que al principio de la clase.

            Pasaron los días y al fin alcanzó la primavera y desterró el invierno. La época de las flores había llegado, y así fue como el joven, un día saliendo de clase se encontró a la chica sentada en uno de los bancos del exterior del recinto.-

            -¡Hola! ¿Qué haces aquí aún?-

            La joven se alegró mucho de ver a su amigo y le contestó. –Pues nada rey, estaba esperando a que venga a recogerme mi novio, pero parece que hoy llega tarde por algún motivo.-

            ¡Aaah! Pues si quieres me quedo aquí haciéndote compañía hasta que él llegue.-

            -¡Claro! Sería genial para mi que me acompañaras, así puedo contarte muchas cosas que llevo tiempo queriéndote decir.- Dice la joven.

            El muchacho se sentó entonces en el banco al lado de la chica, y empezaron a hablar de muchos temas cada cual totalmente distintos al anterior.

            -¡Jajajaja! Y entonces le dije cuidado con la manguera que está enchufada, pero como no me escuchó se empapó entera, pobrecita.-

            La chica terminó una de las múltiples anécdotas que le estaba contando al chico.

            -Sí, ¡jajajaja! Pobre tu amiga, tuvo que coger un resfriado increíble. Uff como pasa el tiempo contigo, ha pasado volando.-

            La joven llevaba esperando ya más de dos horas en ese banco y su novio aún no había regresado.

            -¿Cómo es que no llega tu pareja? ¿Le habrá pasado algo?- Le comentó el chico preocupado.

            -Seguro que ha tenido más trabajo del normal, pero ya estará a punto de llegar, además así hemos podido reír y hablar todo este rato.-

            La chica se quedó en silencio cambiando su mirada a una nostálgica, para acto seguido al ver que el chico la miraba, fingir una sonrisa.

            -Vale, me quedaré contigo hasta que llegue entonces, pero espera un segundo ahora vuelvo.-

            El muchacho se levantó del banco y se dirigió a un vendedor de flores ambulante que andaba por el parque ofreciendo sus flores desde hacía un rato.

            -Por favor, querría una rosa. Gracias.-

            El chico pagó la rosa y volvió con la chica que aún estaba allí sentada. –Toma, para ti.-

            La joven no se podía creer lo que veían sus ojos, era solo una flor. Pero el detalle de su amigo era uno de los más bonitos que había recibido en mucho tiempo.

            -Gracias, no tenías porque hacerlo. ¡Me encanta!-

            -Te la mereces y no sufras, seguro que tu novio está bien. Antes vi que pusiste una mirada triste, así que pensé que realmente si estabas preocupada y busqué una forma de animarte un poco.-

            La chica entonces sonrió de nuevo y dándole un abrazo al chico le dijo agradecida. –Eres un gran amigo, gracias por todo lo que has hecho por mi hoy y durante estos cinco años que te conozco… Pero no estaba preocupada por mi pareja porque le pasara algo, sino por otra cosa…-

            Antes de que pudiera concluir la frase, una voz masculina la interrumpió. –Ya he llegado cariño, estaba acabando de atender a una clienta en la tienda, y se ha entretenido mucho, lo siento.-

            Era la pareja de la chica que por fin había llegado, se mostraba visiblemente acalorado y un poco despeinado.

            -¿Cómo es que vienes así? ¿Qué te ha pasado?- Le preguntó la chica.

            -Es que como vi que llegaba tarde me puse a correr lo más rápido posible, porque sabía que hacia mucho que me esperabas aquí sola. Pero ya veo que te han hecho compañía… ¿Quién es ese?-

            Le preguntó su pareja con mala cara y de forma despectiva, a lo cual ella le respondió. –Es un amigo mío que me ha estado haciendo compañía hasta que tú llegaste… - Mirando a su amigo dice. -¡Muchas gracias! Ya hablaremos otro día, ¿eh?-

            El chico que aún estaba sentado en el banco le respondió calurosamente. -¡Claro! Cuídate, ya nos veremos mañana en clase.-

            El novio irritado dice. –Sí, sí, venga adiós, vamos nena…-

            La chica y su pareja empezaron a andar sin apenas hablarse, el uno al lado del otro. Mientras el joven la veía como se alejaba desde el banco de delante de la escuela. Una vez ya dejó de verlos se levantó como un resorte del asiento y gritó. -¡Síííííí! Ha sido una tarde genial y la flor le gustó mucho. Me alegra tanto que me considere tan buen amigo, no me lo puedo creer.-

            Una vez dicho eso, comenzó a andar en dirección a su casa muy alegre. Pero de repente en una calle próxima escuchó como dos personas discutían acaloradamente.

            -Esas voces… ¡Me suenan!-

            El joven salió corriendo en dirección a donde se producía la discusión, y una vez giró la esquina vio un poco mas allá de su posición a su amiga y a su pareja. Que ahora sujetaba la rosa con fuerza que el chico le había regalado, discutiendo.

            -¡Un amigo dices! Pues bien que te vi abrazada a él, muy amiguito tuyo debe ser ese subnormal.-

            Le gritaba el novio a la chica, que no esperó dos segundos en responder. –Claro que sí, al menos me acompañó todo el rato que te estuve esperando. Y al pensar que estaba preocupada por si te había pasado algo a ti, intentó darme ánimos… ¡Y tú lo insultas!-

            El joven agitó la rosa con fuerza mientras le contestaba. –Estaba trabajando, ¿no puedes comprender eso?-

            La chica cansada ya de fingir le replicó. -¿A sí? ¿Trabajando? Y eso de tu cuello… ¿También es de trabajar o de correr? ¡Dime!-

            La joven había descubierto una mancha de carmín de labios en el cuello de su pareja.

            -Esto no es nada… me… mmm… Habré manchado con algo mientras… mmm… hacia el mantenimiento de la tienda. Ya estoy harto de tus acusaciones.-

            El novio más nervioso al ver que su pareja lo habían descubierto, arrojó al suelo y pisoteó la flor que el chico le había regalado antes.

            -¿Pero qué haces?- Pregunta la chica enfadada.

            Se agacho ella para recoger lo poco que quedaba de la flor pisoteada, mientras por sus ojos empezaban a asomar las primeras lágrimas. -¡No quiero verte nunca más! ¿Te enteras? ¡Nunca más!-

            La chica salió corriendo cegada por sus lágrimas mientras su pareja le dedicaba otro desprecio. –Ya volverás. ¡Que yo como tú puedo tener las que quieras!-

            El joven que había presenciado toda la escena, también vio como la chica se disponía a cruzar la calle sin mirar. Y un coche se acercaba a ella a gran velocidad.

            -¡El coche! ¡Cuidado!-

            Gritó y gritó, el chico mientras salía corriendo en dirección a la joven, que no se había dado cuenta de nada. Y cuando esta levantó la cabeza, vio como el coche se le echaba encima, pero segundos antes de que la atropellara, notó como un leve empujón la sacaba del alcance del vehículo. Lo siguiente que escuchó fue un fuerte estruendo mientras caía al suelo.

            -¿Qué? ¿Quién? ¿Qué me ha apartado?-

            El joven, que había llegado justo a tiempo para salvar a la chica, yacía unos metros mas allá tras recibir el impacto del coche. Había ido a caer justo debajo de un reloj que marcaba las siete de la tarde, cuarenta y siete minutos y veinte segundos.

            -No, no, no…-

            Cuando la chica se dio cuenta de lo que había sucedido, rápidamente se levantó y fue a socorrer a su amigo que aún estaba consciente.

            -Estás… Bien… Me alegra… Tanto.- Respondió el joven con un hilo de voz, mientras en el suelo se hacía cada vez más grande una mancha de sangre a su espalda.

            -No hables, te pondrás bien. Ya verás, ahora vendrá la ambulancia y te curarán… Sí, te curarán… Te curarán…-

            La chica estaba arrodillada delante del moribundo joven, que con las pocas fuerzas que le quedaban cogió una de sus manos. –No pasa nada… Tú estás bien, eso es… lo que importa…-

            Tras escuchar eso la chica no pudo evitar empezar a llorar de nuevo. Pero el joven alzó su otra mano y con uno de sus dedos, secó una de las lágrimas que ya recorría una de las mejillas de la joven.

            -No llores… por mí… Pues yo estoy feliz, porque… al final he podido hacer… lo que me ha dictado el corazón…-

            Una vez dichas estas últimas palabras, el chico esbozó una sonrisa de enorme felicidad en su rostro y cerró los ojos…

            El reloj marcaba ahora las siete de la tarde, cuarenta y siete minutos y cuarenta segundos.

            -Los veinte segundos, más felices de mi vida…-

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